En torno al pueblo judío

SE HAN escrito muchos disparates en el intento de aportar una interpretación social o mística de los judíos “como un todo”. Tal propósito no es posible, ya que la estructura social del pueblo judío y la estructura ideológica del judaísmo han cambiado profundamente a lo largo del tiempo. Cabe distinguir cuatro fases fundamentales. Por razones de espacio, hoy me abocaré solamente a la primera.

1.La fase de los antiguos reinos de Israel y Judá, hasta la destrucción del primer templo (587 A.C.) y el exilio babilónico. Gran parte del Antiguo Testamento se ocupa de este período, aunque, de hecho, casi todos los libros principales del Antiguo Testamento, incluido el Pentateuco tal y como lo conocemos, se compusieron después de esa fecha.

Socialmente, estos antiguos reinos judíos eran muy similares a los reinos vecinos de Palestina y Siria, y –como revela una lectura atenta de los Profetas-  la semejanza se extendía a los cultos religiosos practicados por la gran mayoría de la gente.  Las ideas que habrían de llegar a ser típicas del judaísmo posterior –incluidos, especialmente, la segregación étnica y el exclusivismo monoteísta- estaban limitadas en esta época  a pequeños cír de sacerdotes y profetas, cuya influencia social dependía del apoyo monárquico.

UNA DIGRESION PERTINENTE

Hace unos años, cierto diputado anglicano atacó verbalmente a uno judío. Sostuvo que los pueblos reflejaban a través de sus creencias el sentimiento profundo de los fieles. Por eso los judíos adoraban al Dios de la justicia y la venganza, mientras los cristianos al Dios del amor.

El diputado judío, con presteza y calma sanforizada se limitó a retrucar:

-“Considero digno de aclarar este punto. En realidad los pueblos atribuyen a sus dioses lo que son incapaces de poner en  práctica: los judíos la venganza y los cristianos el amor”.

Por  cierto, la atinada respuesta arrancó aplausos.

Por cierto, si ponemos un rigor casi litúrgico para analizar la situación, concluiremos que fue el sañudo ardor de las pasiones desatadas  -inherente a una gresca verbal- la que precipitó los hechos.

Y digo esto, porque tanto los cristianos como los judíos aman al mismo Padre, valoran la ley y el amor.

Tal vez en todo esto exista una mirada que me atrevo a categorizar de estrabismo semántico.  Y es que suponer que los judíos quedaron detenidos en el Antiguo Testamento es un patrimonio común de judíos y cristianos, sólo que los cristianos progresaron por el camino de los Evangelios y el judaísmo por el del Talmud y otras tradiciones. En consecuencia, la base es común, pero ni unos ni otros permanecieron petrificados en la base.

Dicho de otro modo, la base son justamente esos mandamientos, escritos en piedra  y entregados a Moisés. Aunque los proclamó del mismo Dios en el Sinaí, están grabados desde antes en el corazón del ser humano. Al menos, los fundamentales, como “No matar”, que puede ser un ejemplo más que claro.

El propio filósofo austríaco Karl Popper señalaba que se trata del mandamiento cardinal.

Podemos inferir que aunque jamás hubiera sido redactado, el hombre sabe desde su fuero internoque no debe quitar la vida que le ha dado Dios. Con respecto a la ley, en los Evangelios encontramos una serie de lecciones adicionales al respecto.

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