En época de Pandemia: ¿Cómo adaptarnos emocionalmente?

ESCRIBE: Andrea Abasolo Urzúa, psicóloga

Dudas acerca de nuestro futuro

¿Cuándo aparecerá la cura para el COVID-19?, ¿Iré a contraerlo yo o alguien de mi familia?, Si me contagio ¿iré a sobrevivir?, ¿Cuánto tiempo más estaremos en cuarentena?, son preguntas que usualmente nos hacemos debido a la contingencia. Esta búsqueda de respuestas que ni la ciencia ha encontrado aún y donde las autoridades Estatales han creado medidas por ensayo y error, hace sentirnos en un estado de incertidumbre al cuál el ser humano no acostumbra a estar, ya que por naturaleza buscamos respuestas a nuestras dudas o soluciones a nuestros problemas. En esta ocasión, dada la falta de respuesta e incertidumbre, suele aparecer en las personas un síntoma de desequilibrio emocional llamado ansiedad.

¿Qué es la ansiedad y cómo tratarla?

La ansiedad es un estado emocional donde se caracterizan los pensamientos de tipo catastrófico frente al futuro. La persona siente comúnmente miedo, preocupación, vive en un estado de alerta, lo que conlleva a veces a tener problemas adicionales tales como insomnio u otros problemas de sueño, falta de apetito o necesidad constante de comer aun cuando no se tenga hambre. Las personas que son ansiosas comúnmente son personas que viven anticipándose a lo que va a ocurrir, se “pre-ocupan” (se ocupan de algo que aún no acontece) y no se ocupan de lo que sucede en el presente. Por ende, uno de los consejos habituales para tratar estos estados, es lograr “ocuparse” y no “pre-ocuparse”.

El ocuparse es una acción que promueve un acto en el momento, tal como hacer una rutina en casa: despertar a tal hora, hacer una actividad, posteriormente ver un programa de tv, después regar las plantas, luego leer un libro, etc. Se crea un horario y por ende se mantiene la mente activa, enfocada en un presente controlado y se deja de lado el futuro que siempre será algo incierto. La invitación es vivir el “aquí y ahora” y no permitir que los pensamientos se vayan muy adelante de manera negativa.

Si bien es inevitable no pensar en la contingencia, pues querámoslo o no, los medios de comunicación nos informan a diario sobre ello, hay que tener en cuenta que nosotros controlamos nuestros pensamientos y no nuestros pensamientos a nosotros. Aquí está la importancia de que cada vez que nos hagamos consciente de los pensamientos catastróficos, seamos capaces de decir “stop” y cambiar nuestro pensar por el cuidado de nuestra salud mental.

Si bien se sabe que la pandemia en algún momento va a acabar, la cuarentena a largo plazo puede traer problemas en la salud mental ¿Qué nos puede suceder durante la cuarentena?
El aislamiento prolongado puede conllevar a cambios de humor que varían desde sentirse molesto, irritable y hasta ansioso cuando la libertad se restringe, lo que además, se suma tener sentimientos de soledad y aislamiento debido a la interacción limitada con otros. Además la baja económica y pérdida laboral como consecuencia de cuarentenas alargadas puede generar en la persona una carga adicional de preocupación. Cuando un familiar o ser querido contraen el virus puede también la persona generar miedo a la pérdida o sentir culpa sobre conductas previas que podrían haber causado un potencial contagio.
Se dice que el ser humano es un “ser social por naturaleza” ¿Cómo conllevar la disminución de interacción físico-social en esta cuarentena?
El común de las personas sabe que esta pandemia en algún momento va a acabar y volveremos a la vida social cotidiana. Cuando nos encontramos en épocas de crisis como ésta suele nacer el instinto de supervivencia que está por sobre cualquier otra necesidad básica como por ejemplo la necesidad de socialización. Lógicamente, para suplir la necesidad de socializar primero se necesita vivir (o en estas circunstancias, sobre-vivir). Lo que se recomienda en esta situación para sobre-vivir es reducir al máximo el número de personas con las cuales tenemos contacto social físico-directo, por ende, una persona que no sufra de algún trastorno psicológico o daño neurológico importante, va a comprender lo necesario y prioritario de estas medidas adaptándose más fácilmente.
Además, hoy en día, a diferencia de otros tiempos, la interacción social no solo se da de manera presencial, acudir en estas instancias a medios de comunicación vía internet o telefónica para saber de nuestros seres queridos es beneficioso para no desconectarnos socialmente del todo.
Si bien la mayoría de las personas suelen respetar las normas para evitar el contagio o evitar contagiar a otros, existen también las que no siguen estas normas evitando, por ejemplo, el uso de mascarillas ¿Por qué se da este fenómeno en algunos?
Claramente en estas personas no prima el instinto de supervivencia por sobre otras necesidades. Comúnmente, en las personas que no se adhieren a estas formas de autocuidado y cuidado a la sociedad, pueden primar ciertas características de “delirio de grandeza o superioridad”, donde el no uso de mascarillas les hace ver como personas sin temor al contagio. Otra característica que puede estar presente es la “percepción de restricción a la libertad”, por lo que no usar estas medidas que son además hoy en día obligatorias, es también una conducta de rebelión en contra de este mandato que además se ve como impuesto por las autoridades. Pueden también estar incluidos en este grupo de personas, como en toda sociedad, aquellos que simplemente presentan características de personalidad antisociales, los cuales, por cierto, no adhieren ni a este tipo de reglamentos para convivir en sociedad ni a ningún otro antes de que existiera la pandemia.

¿Es bueno estar en constante información con respecto a esta pandemia y a sus consecuencias para evitar el contagio o saber cuándo aparecerá la cura?
Si bien es importante informarnos de cómo sobrevivir a ésta pandemia, no es recomendable exponerse constantemente a esta información que por sí sola ya es de tipo catastrófica, puesto que a diario se anuncian noticias tales como la cantidad de gente que enferma por el virus o fallece.
Si bien el miedo a contraer el virus nos puede mantener en estado de alerta, teniendo cuidados tales como el aislamiento social y buena higiene personal para prevenir el contagio, es importante diferenciar entre el miedo que nos paraliza y nos perturba al miedo que nos mantiene en alerta pero funcionando establemente, el primer tipo de miedo es más bien de tipo ansioso, mientras que el segundo aparece como resguardo de nuestra vida sin un pensamiento catastrófico a la base.

¿Cómo cambiar el pensamiento catastrófico a uno más optimista en estos tiempos?

Se dice que la resiliencia es una virtud de las personas que logran equilibrio en sus estados emocionales y funcionalidad cotidiana debido a reinventarse y pensar de manera optimista frente al presente/futuro pese a que las circunstancias vivenciales sean adversas. Aunque la pandemia traiga consigo muchas consecuencias negativas tales como la muerte de personas, quiebre de sistemas económicos, aislamiento social, por qué no también, “centrarnos en la otra mitad del vaso que se encuentra media llena”. De ésta misma experiencia, podemos aprender de la importancia de la higiene personal y prevenir otras enfermedades a futuro, aprender a desarrollar instancias de unión familiar o la oportunidad de reinventarnos en nuestro ámbito laboral. Durante y después de esta crisis la humanidad va a sufrir cambios, la inteligencia para sobrevivir y adaptarse esta en las personas que comúnmente pueden moldearse para reaprender a vivir en las circunstancias actuales un tanto distintas a las anteriores, depende de cada uno, la invitación es: “aprender a ser resilientes”.