Escribe JORGE ABASOLO ARAVENA
Un amigo me decía hace poco que una de las cosas dignas de lamentar y que ocurren con el paso de los años son esas malditas aprensiones que sólo terminan inhibiendo al ser humano. Un viejo axioma sostiene que no hay edad para aprender pero la inmensa mayoría parece no llevar esta sentencia a la práctica. Y así surgen las preguntas que impiden la acción emprendedora de los afectados.
-“Estoy muy viejo para aprender a navegar por Internet…”
-“¿Comprar una película en DVD…¿qué es eso?”
-“Comunicarme por facebook con mis hijos?…Ya no estoy en edad…”
Es difícil aceptarlo, pero los seres humanos no nos damos cuenta que continuamente estamos aprendiendo. Y aprendemos de una manera formal, en cursos o seminarios;y de manera informal, através de lo que captamos de la vida diaria.
Es altamente probable que usted sepa sobre colesterol, Sida, transbordadores espaciales o muchas otras cosas que hace años no existían o no le interesaban. En el caso de las mujeres es sorprendente su habilidad para aprender recetas de cocina más o menos intrincadas. En los hombres sorprende su agilidad para “tutearse” con el lenguaje financiero. Luego, ¿por qué no llevar esas facilidades a otros campos del quehacer humano?
La velocidad del cambio es uno de los fenómenos que tipifica la sociedad de nuestros tiempos. De allí entonces que el “mantenerse vigente” es fundamental para llevar una vida más grata.
Durante el año I de la Era Cristiana, la humanidad necesitó de más de mil años para duplicar sus conocimientos. A partir de la Edad Media se aceleró el proceso a tal punto que, a principios de siglo, se redujo el período a cincuenta años.
Hoy por hoy se calcula que se requieren de sólo siete años para que el hombre duplique todo el conocimiento que posee.
A diferencia de épocas anteriores, cualquier persona joven o de edad que no siga actualizando lo que sabe, queda obsoleto en poco tiempo.
Un estudio de los sicólogos Botwinick y Talland, demostró que con la edad, habría diferencia en la forma de aprender, pero no hay indicios de que ello ocurra en menor medida. Estos sicólogos llegaron a cinco interesantes conclusiones:
1. A medida que se avanza en edad, el aprendizaje se minimiza si la materia carece de sentido. En cambio, cuando el objeto de estudio es “atractivo”, los resultados del aprendizaje son iguales a los de los jóvenes. Es por ello que para algunos es muy fácil asimilar conceptos de “macroeconomía”, “trastornos cardiovasculares” , “deterioro de los términos de intercambio” o “atonia volitiva”, dependiendo del área de interés.
2. Con frecuencia, a mayor edad, se adolece de una falta de técnica de aprendizaje.
3. El menor rendimiento suele darse -¡ojo!- por inseguridad y angustia. Se piensa que la mente no es capaz de razonar como antes, que la memoria ya no es fértil, etcétera.
4. El aprendizaje por partes es más fácil para los jóvenes y el global para las personas de más edad.
5. El material que se presenta demasiado rápido ocasiona mayor dificultad a las personas de edad que a los jóvenes. Cuando no es “a presión” desaparecen las diferencias.
Estar al día requiere ejercicio y entrenamiento en la edad adulta. Tal como antes utilizaba técnicas para memorizar largas poesías o la fecha de la Batalla de Yerbas Buenas, hoy debe unir capacidad intelectual, salud y motivaciones.
Disposición interna para retener, registrar y recordar son la clave para seguir aprendiendo y mantenerse vigente e interesante a cualquier edad.
En consecuencia, ¿hasta qué edad se puede aprender?
Hasta que YO decida.
Recuérdelo…y póngalo en práctica.