¿Por qué cuesta tomar decisiones?

ESCRIBE: Jorge Abasolo

Todos los seres humanos pasamos por experiencias en donde nos cuesta tomar decisiones.
No obstante, cuando esto se transforma en algo complejo, casi crónico, ya se convierte en un problema sicológico real.

De hecho, los pacientes depresivos muestran una gran incapacidad para decidirse. A esto se agregan otros síntomas cognitivos, como la autocrítica exagerada, dificultades para concentrarse o memorizar y la idea de que los problemas no tienen salida.

También los compulsivos son indecisos, porque tienen un miedo irracional a cometer errores. Suele ocurrir, por ejemplo, que no sean puntuales en sus citas porque experimentan una gran preocupación por la ropa que deben ponerse, o el camino que conviene seguir para llegar al lugar indicado. Estas y otras dudas semejantes sólo retardan la decisión de acudir al compromiso.

Personas normales
En términos generales, podríamos decir que entre una persona normal y un paciente con trastornos sicológicos, los problemas de indecisión solamente varían de grado.

Depende también de cuán seria sea la situación. No es lo mismo determinar si se rompe o no un matrimonio, que elegir qué película arrendar para pasar un buen rato.

Pero, terapéuticamente se ha comprobado que no es aconsejable tomar decisiones importantes cuando se está enfrentado a un problema emocional, como angustia, ansiedad, rabia o depresión, porque la persona se encuentra con un nivel de funcionamiento bajo lo normal que le hace ver las situaciones en forma diferente.

De hecho, los depresivos pretenden resolver situaciones de vida cuando están en crisis. Como atribuyen su trastorno a causas externas, ya sea trabajo o familia, suponen que alejándose de ellos desaparecerá el problema. Luego, intentan decidirse justamente en el momento menos adecuado, lo que les causa gran sufrimiento.

Hay otro factor: casi siempre las resoluciones de gran envergadura pueden ser pospuestas sin consecuencias graves.
Sin embargo, cuando la decisión se posterga indefinidamente, porque la persona imagina que tendrá resultados negativos, o porque todas las variantes le parecen igualmente válidas, varias técnicas simples pueden proporcionar ayuda. Una de ellas es hacer una lista escrita de las ventajas y desventajas de cada alternativa y estudiar sus posibles consecuencias. Otra opción es dejarlo al azar, lanzando una moneda al aire.

El propósito es que el individuo actúe, que no permanezca paralizado por días, semanas o meses, como es el caso de los pacientes depresivos.

¿SERA LO MEJOR?
Muchas personas, y con mayor razón los depresivos y obsesivos, pretenden tener una certeza absoluta de que su decisión será la correcta. Esta idea irracional se maneja explicando que no hay nada absolutamente seguro en la vida. No hay forma de garantizar que algo favorable o desfavorable pueda o no suceder.

Sin embargo, alguna alternativas pueden ser estudiadas racionalmente, solo, o con un terapeuta.

Es importante observar si la persona se plantea las decisiones en términos de ganar o perder. En estos casos, hay que persuadirla para que cambie su visión de “no ganadora” a “no perdedora”.

A los pacientes obsesivos que dan vueltas y vueltas a sus alternativas de elección se les induce a elegir inmediatamente, para aumentar la probabilidad de que escojan lo que quieran, en lugar de evitar lo que temen.

Los sentimientos de culpa también son importantes. Por ejemplo, una persona que quiere cambiar su auto puede pensar que estará privando de dinero a su familia.. Sin embargo, es posible que necesite realmente cambiar el vehículo, por razones de trabajo. Lo común es que no existan opciones erradas, sino diferentes en cuanto a sus consecuencias.

En todo esto es difícil encontrar LA solución. Pero el efecto acumulativo de varias soluciones parciales puede resolver el problema de fondo.